jueves, 6 de enero de 2011

Padre, Papá y Papi?

Padre, Papá y Papi?


Hasta hace cosa de un siglo, los hijos acataban el cuarto mandamiento como
un verdadero dictamen de Dios. Imperaban normas estrictas de educación:
Nadie se sentaba a la mesa antes que el padre, nadie hablaba sin permiso del
padre, nadie repetía el almuerzo sin el permiso del padre, nadie se levantaba de la mesa si el padre no se había levantado antes; por algo era el padre.
La madre fue siempre el eje sentimental de la casa, el padre siempre la
autoridad suprema. Cuando el padre miraba fijamente a la hija, esta abandonaba todo; a una orden del padre los hijos varones cortaban leña,
alzaban bultos o se hacían matar en la guerra.
Todo empezó a cambiar hace unas siete décadas, cuando el padre dejó de ser
el padre y se convirtió en papá. El mero sustantivo era ya una derrota.

Padre es una palabra sólida, rocosa, imponente; papá es un apelativo para
oso de felpa o para perro faldero; da demasiada confianza. Además, la segunda
derrota es que papá es una invitación al infame tuteo, con el uso de
papá el hijo se sintió autorizado para protestar, cosa que nunca había
ocurrido cuando el papá era el padre.

A diferencia del padre, el papá era tolerante. Permitía al hijo que fumara
en su presencia, en vez de arrancarle los dientes con una trompada, como
hacía el padre en circunstancias parecidas. Los hijos empezaron a llevar
amigos a la casa y a organizar bailes y bebidas, mientras papá y mamá se
desvelaban y comentaban en voz baja: Bueno, por lo menos tranquiliza saber
que están tomándose unos tragos en casa y no en quién sabe dónde.
El papá marcó un acercamiento generacional muy importante, algo que el padre   desaconsejaba por completo. Los hijos empezaron a comer en la sala mirando la tele, mientras papá y mamá lo hacían solos en la mesa; tomaban el
teléfono sin permiso, sacaban dinero de la cartera de papá y usaban sus
mejores camisas. La hija comenzó a salir con pretendientes sin chaperón y a
exigirle a papá que no le pusiera mala cara al insoportable novio y que le
ofreciera que, en vez de llamarlo "señor González", como habría llamado al
padre, que lo llamara simplemente "Tato".

 Papá seguía siendo la autoridad de la casa, pero una autoridad bastante
 maltrecha. Nada comparable a la figura prócer del padre. Era, en fin, un
 tipo querido; lavaba, planchaba, cocinaba y, además, se le podía pedir un 
consejo o  también dinero prestado.
Y entonces vino papi.

Papi es un invento reciente de los últimos 20 ó 30 años. Descendiente
menguado y raquítico de padre y de papá, ya ni siquiera se le consulta ni se
le pregunta nada. Simplemente se le notifica. Papi, me llevo el carro, dame
para gasolina. Le ordenan que se vaya al cine con mami mientras los hijos
están de fiesta y que, cuando vuelvan, entren en silencio por la puerta de
atrás. Tiene prohibido preguntarle a la nena quién es ese tipo despeinado
que desayuna descalzo en su cocina. Ni hablar de las tarjetas de crédito, la
ropa, el turno para ducharse, la afeitadora, el ordenador, las llaves.
Lo  tutean y hasta le indican cómo dirigirse a ellos: ¡Papi, no me vuelvas a
llamar "chiquita" delante de Jonathan!

Aquel respeto que inspiraba el padre y, hasta cierto punto el papá, se
transformó en exceso de confianza además de convertirse en un franco abuso
hacia papi:
¡Oye, papi, se me está acabando el whisky! ¡Oye papi, anda a comprar pan!
No sé qué seguirá después de papi. Supongo que la esclavitud o el destierro
definitivo.

Yo estoy aterrado, después de haber sido nieto de padre, hijo de papá y
papi de mis hijos, mis nietas han empezado a llamarme "pa"..........!!

CREO QUE QUIEREN DECIR ... ¡¡¡PA QUE MIERDA SIRVES !!!

Fuente: Internet:
 
Nota: Los padres, papá, papito tenemos que reflexionar -

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