Mi abuelita Socorrito dejaba todo cocinado para cinco días;
es decir, no prendía el horno la Semana Santa, guardaba ayuno, abstinencia de
carne, iba todos esos días a la iglesia a rezar el rosario y el Viernes Santo
nada de baño por temor a convertirse en pez.
Mi abuelo Medardo una
semana antes dejaba leña recogida, los frutos y legumbres también, las compras
hechas. Por la noche, reunía a la familia y contaba historias relacionadas con la Semana Santa o
de terror. Los adultos jugaban naipe,
dama o dados para pasar el tiempo.
El Viernes Santo eran
infaltables en la Procesión para recordar la Muerte de Jesús. Pero, el domingo
para ellos era aún más sagrado, porque celebraban la Resurrección de Jesús.
Hoy estas tradiciones se han perdido, la gente prefiere las
playas, los ríos y los centros comerciales, los jóvenes ignoran estos temas.
Pero mientras exista gente con Fe, y
Jesús siga guiando nuestros pasos, la Semana Santa perdurara por siempre. Es Mi palabra.
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PALABRA DE PERIODISTA
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